viernes, 25 de noviembre de 2011

Terminamos a Kofman pero la vida sigue...


Esta es la historia de un salón de clases para mudos y sordos con ceguera. El profesor con un acento extraño se paraba delante de sus alumnos para invitarlos a participar sin temor a hacer evidentes sus imperfecciones.

Después de varios intentos y con mucho trabajo los mudos comenzaron a hablar, fueron los primeros en hacer algunos cambios. Pronto el salón de una sola voz presenciaba muchas anécdotas, había risas y palabras al aire.

Sin embargo todavía estaban los sordos. Éstos fueron abriendo sus oídos cuando los que habían sido mudos contaban alguna historia que se parecía a la de ellos, entonces los sordos ya querían poner atención.
Pronto ya no se sabía quién había sido quién, no se distinguía entre los sordos y los mudos, pero aún quedaba un problema pues todos los alumnos eran ciegos. El profesor quería enseñarles que había varios colores en la vida y que al verlos cada uno le daría un significado. Con el paso de los días la luz de aquellas lecciones les causaba una sensación molesta en los ojos que los obligó a tratar de abrirlos.
Unos tuertos y otros como somnolientos comenzaban a ver aquello que no habían podido. Fueron poniéndole nombre a las cosas.
Después de algunos meses se acabó el curso y todavía no se sentían totalmente curados. El profesor sabía que eso era normal, lo importante era que ellos lo entendieran pues él mismo a veces y por instantes cortos se quedaba sin vista, oídos y ojos… el chiste de la vida era luchar por no quedarse totalmente sin esos sentidos.
Llegarían más alumnos ciegos, sordos y mudos a aquel salón de clases, pues está en la naturaleza humana ser imperfecto para después aprender a amar la vida aún con todo lo que nos pudiera parecer un obstáculo.

Así lo recuerdo…
George me invitó a pasar al salón y me saludó de mano. Era mi profesor en mi primer día de la maestría. Tenía tiempo que no estaba en un salón de clases.
Me senté junto a Raúl, parecía demasiado serio. En una esquina varios compañeros que ya se conocían y hablaban de las clases que habían tomado.
Mi profesor comenzó a divagar (como sólo él sabe hacerlo) acerca de un libro que nos habían pedido vía mail y nos preguntó si había algo que quisiéramos cambiar en la forma en la que nos desenvolvemos con los demás.
Quise adaptarme rápido y alcé la mano. Dije que quería ser una verdadera líder porque sentía que tenía problemas en el trabajo ya que era una jefa joven. Qué equivocada. Ahora sé que la clave estaba en errores que venía cometiendo desde hace años y que no tenían nada que ver con mi desempeño laboral.
Hoy sé que fui egoísta en muchos momentos. Que no supe hacerme responsable de los problemas que se me presentaban y que traté de buscar pretextos en lugar de soluciones pero sobretodo aprendí a escuchar a los demás poniéndole un poco de corazón y cerebro a cada historia que se narraba en clase.
El epílogo del libro de Kofman nos dice que el camino es largo y estará lleno de obstáculos.  No siempre vamos a poder actuar de la mejor manera, habrá veces que volveremos a ser mudos y buscaremos de nuevo nuestra voz. Nos haremos sordos para después abrir bien los oídos y escuchar a los demás. La vanidad, los prejuicios y el miedo nos cegarán de nuevo pero qué importa si nos comprometemos a volver a abrir los ojos.
De la clase me llevó a un espacio para DESAHOGARME con libertad.
Encontré algo en común con cada uno de mis compañeros.
Hice nuevos amigos.
Tengo un libro que puedo recomendar y varias lecciones para nunca olvidar…
Aprovecho este espacio para agradecerles a todos sus consejos y desearles lo mejor del mundo.
PD. Y expongo cuál es mi proyecto personal: Espero volver a encontrarme con una persona a quien estimo pero cuya enfermedad me hizo alejarme mucho.




5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pregunta, ¿te parecía serio? deduzco (con un margen de error) que entonces ya no te lo parezco. Lo dicho, leerte me inspira, gracias Cris por tus aportaciones y tus comentarios hacia mí. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Hola Cristina, Tus comentarios atraen por si solos, escribes muy padre y uno imagina con cada uno de ellos. Saludos

George W. Dionne dijo...

Hola Cristina, después de leer tu reflexión por segunda vez estoy listo para hacer un comentario. Ja. Qué bueno que te has dado cuenta de que el profe también tiene sus ataques de ceguera, sordura y todo lo que describes. Tú y tus compañeros me han ayudado a estar más consciente de ello y confiar más en la sabiduría inherente en las vivencias y reflexiones de todos ustedes.

Federico Cedillo dijo...

Gracias Cris, tu autenticidad me es contagiosa, la claridad de tu parábola me refleja. Gracias Amiga

Jilma Fernández dijo...

Cris, no sabes lo agradecida que estoy por haber estado en esta clase contigo. En mi despertaste muchos sentimientos con tus comentarios y lecturas. Yo también espero que pronto podamos ir por un café, me encantaría!!! Muchas gracias por todo!!!!