viernes, 30 de agosto de 2024

Si no te suelta, sáfate. Por Cris Larenas Si supieramos el final de nuestro caminar con una persona, quizá nos evitaríamos el andarlo desde el principio, pero siempre nos aventamos al precipicio sin pensarla, sólo por el sublime impulso de vivir, y eso es más que suficiente. Encontramos en diversas actividades el bálsamo para el dolor que genera la ruptura, como un pegamento que une las piezas de un jarrón de porcelana que ha caído desde muy alto, así que aunque hagamos todo lo posible porque no se notén las cuarteaduras, siempre estarán ahí recordándonos que hubo algo o alguien que las provocó. -Te seguiré buscando hasta que aceptes verme- me escribía. Yo, en silencio. Él me terminó y en su volatilidad, a los pocos días cambió de opinión, pero ya lo había hecho antes, la misma dinámica de alguien que se va y regresa cuando sus emociones dejan de ser un tsumani o cuando se da cuenta que no será tan fácil reemplazar a quien te ha querido honestamente, sin pedirte nada a cambio. Me aparecían videos del "Temach" en el facebook, haciéndome saber que quizá la del problema soy yo, porque varias relaciones fallidas debían tener un culpable, la lógica inmediata me dicta que debo ser yo. Así que, lo asumo de esa manera pero me mantengo firme: -esta fue la última vez que me cortas- le contesto mentalemte, porque ya no estoy dispuesta a rebajar mi persona. Sin embargo, no vivir el duelo, es como targarse algo duro sin masticar, se queda atorado, no se digiere, se regresa. Mi dolor brotó por los poros de mi cabeza, empujó el cabello y me dejó con una disimulable pero fea alopecia areata, es decir, un hoyo en mi cabeza sin un solo cabello. Nuevamente, lo asumí como el precio que tenía que pagar por otro fracaso amoroso más. ¿Por qué sigo pensando que debo sufrir en cada tropiezo?, no lo sé, me castigo a mí misma. Cuando aquel hombre no obtuvo la respuesta que esperaba por redes sociales, la buscó yendo a mi encuentro. Era su cumpleaños. En mi mente, semanas atrás, ese día se veía distinto, yo había planeado una fiesta sorpresa para él... ya no hubo ni tiempo, ni oportunidad para cristalizarla. Y en el día en que se supone todo debió ser felicidad, ahí estaba pidiéndo su regalo: un abrazo mío. Se lo di. Y tuve que tragar litros y litros de saliva para no llorar. -Me da gusto que estés bien- dijo Y yo, sin pensarlo demasiado, me di la vuelta y le mostré el hoyo en mi cabeza, no podía responder con palabras, porque no salían de mi boca, así que hice eso, tontamente quería que supiera que no estaba bien, le había apostado mis últimas canicas en este juego del que ya estaba muy cansada y había perdido. No respondió nada. Bajó las escaleras y se fue, dejándome parada, como siempre lo hacía. Tiempo después supe, con otro mensaje suyo, que ese momento lo había dejado muy conmovido y que no había encontrado la manera de darme algún mensaje de aliento. El cabello es algo importante para las mujeres, perderlo es una mala señal, si no, pregúntenle a Will Smith. En fin, ese día regresé a mi rutina del gimnasio y le di con singular energía, coraje de alguna manera, me sentía ofendida, ¿por qué cuando estaba contigo me tratabas como algo que te molestaba?, ¿qué hace que un hombre se arrepienta realmente?. Algo debe estar mal si no me es posible recordar cuántas veces terminamos en ocho meses de relación. Pese a que estaba bloqueado de mi teléfono y redes sociales, él buscaba la forma de hacerme llegar sus mensajes, y pasó que un día uno en particular me alarmó. Afirmaba estar en serios problemas y sonaba preocupado. Fui a buscarlo a su casa. Debo agregar que nos conocemos desde hace muchos años, fuimos compañeros en la primaria, nos besamos en la prepa, y siempre estuvo ese hilo invisible que nos unía por conocidos, vivencias, recuerdos. Obviamente que sabía cómo encontrarlo. Me abrió su hermano y me pidió que esperara, tomó un minuto, pero se me hizo muy largo. No sabía qué le diría, no sabía en sí por qué estaba ahí. En cuanto lo vi, me arrojé a sus brazos. Quiero dejar asentado que en toda mi vida, he sido cariñosa con muy pocas personas, entre ellas, él. Lloré un poco, sin que me viera, al ser un tipo tan alto, podía esconder mi cabeza sin problemas en su cuerpo. Quería decirle que antes que cualquier cosa, yo deseaba que estuviera bien y que si pudiera cubrirlo con una burbuja de protección e irme sin decir nada, lo haría sin vacilar, no importando lo grosero que fue muchas veces conmigo. Ese día no tuvo mayores consecuencias. Me llamó un par de días después y me dijo que yo lo amaba (siempre desde el ago), le contesté que no sabía si aún y me colgó la llamada. Supe que siempre sería así, al primer detalle de mí que no le gustara sería dejada en la calle o del otro lado del celular sin contemplaciones. Pasaron 3 meses, se cansó de insistir.Yo me había cansado antes de que cortara como forma de castigo. Si me decía algo que me molestara y yo expresaba mi disgusto con una mueca, cortada. Si lo apresuraba para vernos porque se me hacía tarde, cortada. Si se me olvidaba ponerme el anillo que me regaló, cortada. Dos días, una semana, dos semanas de silencio y luego la orden militar de: hay que vernos para terminnar como se debe. Infinidad de veces le pregunté ¿por qué me terminas?, te puedes enojar, puedes decírmelo, pero no me dejes. Al final, lo dejé yo. Lo dejé cuando se molestó porque supo (por mi boca) que había contactado a otro de nuestros compañeros de la primaria para la dichosa fiesta o reunión sorpresa y se imaginó lo peor, cuando le aclaré que era para hacerle una celebración, me imagino que una ola de arrepentiemiento lo invadió, pero era demasiado narcicista como para reconocerlo, así que dio la estocada final con un mensaje de texto: -"En tu chingada vida me vuelvas a buscar y espero que esta sea la última vez"-. Después vino el tema ese de que según estaba en problemas, después también lo del hoyo en la cabeza, lo de los mensajes, todo esto está tan revuelto en mi corazón, que ni para narrarlo puedo poner en orden mis ideas. Como ya dije, le siguieron muchos mensajes de: te extraño, fue mi error, necesito verme, deja de llamarme en sueños, etc. Sentía que mi vida se había quedado así, chingada, hasta que algo pasó... (posteriormente lo escribiré). Jorge se me quedó atorado un buen tiempo, en la garganta cada que pensaba en cuánto había desado que funcionara, en la sien con los dolores de cabeza y tensión que me provocaban sus mensajes, en el corazón cuando creía haber perdido a alguien que en realidad nunca había estado de planta, que iba a venía. Sé que me lo voy a encontrar, tarde o temprano, sé que me mirará con desprecio o soltará su risa burlona, sé que será incómodo, y es que cuando empezamos, como dije al principio, con una relación, nunca sabemos cómo va a terminar. Sé que caminaré como el jarrón de porcelana, con cuarteaduras perceptibles a la vista y al tacto, porque eso somos, pasando los 30, una obra de arte llena de huellas y cicatrices, un montón de piezas unidas que se van destatalando al caminar, la edificación de los aprendizajes, el regsitro de nuestras propias memorias, huellas en la playa que no ha podido llevarse el mar.